No le conté a mi Gabinete del amor que mi última enamorada era en realidad un enamorado. Y el secreto de lo que descubrí a tiempo para evitar un mal rato, se irá conmigo a la tumba.
Desireé y el flaco preguntaron: ¿qué vas a hacer este viernes? Ni idea, le contesté, después de mis intentos de date, mi único deseo era de quedarme en mi casa viendo el maratón de los Simpson.
Melvin me dijo que necesita reencontrar mi cuerpo con mi alma, me llevó a un spa, asegurando que después de un día de relajación podría pensar más claro sobre mis estrategias de conquista, tienes que darle balance a tu vida.
Acepte y llegamos a una lujos plaza de Santo Domingo, por el estacionamiento deduje que era de clase alta todas eran jeepetas con su respectivo chofer, entramos al spa y la chica que nos recibió dijo, Bienvenidos a su oasis de paz y serenidad, le tuve que decir que repitiera mas alto pues casi no la escuche de lo sereno que lo dijo, nos explicó los diferentes tratamientos, me recomendó el relajante con piedras volcánicas, una limpieza profunda y una mascarilla hidratante y una envoltura de cuerpo, me amasaron como si yo fuera masa para hornear. Me cubrieron de chocolate… ¿para que alguien me coma? Me pusieron velitas, musiquita, me dejaron feliz… Y con la tarjeta de crédito sobregirada.
En medio de aquella paz y tranquilidad, me puse a recordad lo feliz que era en los tiempos del colegio, el bachillerato esa época de tantos cambios hormonales y ahí pensé: ¿qué será de la vida de mi maestra de primero de bachillerato? Se llamaba Rosalba. “Rosa – Alba”, me dijo una vez Zabala con su sabiduría y siempre queriendo complicarme la vida. Tenía una cabellera larga y negrísima, una voz melodiosa, una risa que hacía cosquillas, al acabar de salir de 8vo grado no estaba muy acostumbrado a ver mujeres tan bien formadas, le gustaba el gym y no por moda como ahora en ese tiempo no estaba esa fiebre, pensando en ella se me iluminó el rostro. Sí, estuve enamorado de mi profesora, a todos nos ha pasado.
Inmediatamente comencé a buscarla por todos lados el primer sitio fue el libro de la graduación para conseguir su apellido y así buscarla, comencé por mi cuenta en MSN, HI5, My Space, hasta que llegué al que todo lo sabe, Facebook, hasta que la encontré era el mismo nombre, la misma ciudad… pero no había fotos de ella. Solamente de perros y gatos. Por docenas. Le envié un mensaje, diciéndole que necesitaba la experiencia de una maestra ara tratar un tema de una fundación con jóvenes cambiamos teléfonos y quedamos en un café. Me parecía muy loco citarme con un amor de la infancia, pero la desesperación de tener tantos meses sin ver a linda hace milagros.
Cuando entré, no la vi. “No habrá llegado”, pensé. Pero escuché mi nombre, en la misma voz melodiosa. Al voltear me quedé sin palabras. No había cabellera, sino extensiones cosidas, de esas que se ven como policías acostados, tenía la piel con arañazos algunos las marcas y otros recientes, eso de cuidar gatos no debe ser fácil, había unos buenos kilos que antes no estaban, y unos anteojos de los llamados “Fondo de botella” de cristales gruesos, muy gruesos.
Hablamos de cualquier cosa. Yo trataba de concentrarme en su voz, que me traía buenos recuerdos, para no pensar en el olor a perros y gatos de su ropa. Repetía una y otra vez el cuento de sus siete divorcios, creo que me los aprendí el primero ella era muy joven, el segundo era muy viejo, el tercero se fue a vivir fuera, el cuarto insultó a su madre, el quinto la sentenció los animales o el, el sexto se murió y el séptimo ella le descubrió una infidelidad.
Fui al baño. Para relajar los oídos, no pedir la cuenta tan rápido y hacer sentir mal a la profe, terminé de hacer pipí, y mientras me lavaba la cara, aquella máquina furiosa de lujuria entró, aseguró la puerta, me puso contra la pared, me dijo, sé que me deseas como yo a ti, les confieso que pensé resistirme, pero la dejé seguir, me hizo de todo… Cosas que yo ni imaginaba que se podían hacer de todo y me repetía que le dijera profe, profe, profe….
Salí de ese baño con cara de miedo, me sentí profanado, no podía sentarme en la mesa y verle la cara, salí sin pagar la cuenta, me monté y me fui, cumplí mi fantasía de la pre adolescencia, veintitrés años y veintitrés kilos después. Y no fue como yo pensaba. Hay cosas que es mejor dejar en la fantasía.
Evidentemente, esto tampoco lo sabrá el Gabinete del amor. Jamás.
Quien de ustedes estuvo enamorado de una profesora o profesor ? En los comentarios cuéntame tu historia
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